Recuerdo cuando vivía en Talcahuano, en la casa de mi abuelo. Esa casa gigante con muchas piezas, árboles frutales, animales y una escalera que fue la culpable de cicatrices en mis piernas. Mi abuelito Enrique, quien era un gigante de casi de dos metros, con unos lentes parecidos a los de Allende, tenia un diente de oro, y yo siempre le preguntaban porque el había nacido así, y por que ninguno de nosotros habíamos heredado eso, y el solo se reía y respondía que era un afortunado de la naturaleza. El usaba unos guantes de cuero negro, y a mi no me gustaba, lo encontraba lo mas feo que había en el mundo y le decía a mi mamá por que usaba eso, si el no era malo, yo asociaba a los ladrones y los personajes como Gargame con ese accesorio, a lo que mi mamá me decía que el se abrigaba así sus grandes manos, lo que a mi no me convencía en lo absoluto.
Mi abuelito tenia un vecino, que también usaba esos lentes feos, el se llamaba el vecino Pardo, no era un felino, aunque parecía un león obeso y viejo. Su apellido era Pardo, así que los agrandados también le decíamos “vecino Pardo”. Cada vez que queríamos ir a comprar donde la señora Nelly (que aún esta viva, y no pasan años por ella), teníamos que pasar obligatoriamente por la casa de este personaje .Este caballero nos molestaba siempre, además como era jubilado no tenia nada más que hacer ,que estar en el cerco de su casa mirando a todos los transeúntes que circulaban por ahí.
Ese caballero me caí tan mal, porque me decía que era tonta y fea, a lo que yo me picaba y le decía que era un viejo y cochino. Mi mamá por lo cierto me retaba, y el lo disfrutaba. Pero este caballero tenia algo bueno, afuera de su casa tenia muchas plantas y arboles, así que era el lugar perfecto para jugar con mi primo. Cuando llegábamos del jardín infantil (Arturo Prats) y nos aburríamos de ver capitán cavernícola y Tom y Jerry, nos íbamos directo a la nave. Tratábamos de que el no se diera cuenta, y llevábamos mantas, almohadas, adornos para adornar nuestra casa. Todo era felicidad extrema, hasta que este señor despertaba se su siesta y nos corretiaba, aunque otras veces nos dejaba y se reía de nuestros inventos. Estando en nuestra “casa” ni hambre nos daba. Yo era la cocinera. Mi menú eran unas recetas de tortas de barro, decorada con pétalos de rosa, acompañado de un chancho en piedra, que contenía flores molidas con una piedra, pero no era cualquier flor, era esa flor del chancho, y a eso le agregábamos hojas de esta misma, machacábamos todo eso y nos daba ese menjunje. Para tomar jugo de chocolate, que era simplemente tierra con agua. Mientras yo cocinaba, el Andrés molía en mil pedazos los caracoles y lombrices.
Cuando verdaderamente nos daba hambre, mi mamá o mi tía nos daban $10 pesos, y nos íbamos donde el Tito a comprar guagüitas y media hora, después a bañarnos (eso no me gustaba), por que teníamos que tomar once.